
Antiguamente, quizá el siglo pasado, cuando se decía antifascismo, se declaraba un pre-fijo «acción». El lema era simple: APLASTAR AL FASCISMO EN TODAS SUS FORMAS. Era un movimiento común, antiautoritario y violento.
Su raíz partisana conocía bien la táctica de ataque y sustracción. La masa era el lugar común de repliegue y anonimato.
Hoy el «decir» y el «hacer» no se corresponden. Se vive en la autocelebración patética que se denomina «Espectáculo». Se quiere mostrar todo y que todo sea exhibido. Cada cual es más importante que el enemigo. El común es cada cual en la exaltación de su mostración. El tumulto no ve a quien se debe aniquilar. En ello el respeto se traduce en pacificación. Esa es la maximización demócrata. ¿Visibilizarían que nada ocultan?
Pues bien, sin ocultamiento no hay defensa.
Sin defensa no hay ataque.
Sin ataque la aniquilación será total.